lunes, 2 de septiembre de 2013

"...aquella moza endiablada de Marcela"


Las cabras sin los cabreros.


Comienzo a leer el capítulo 1.12. En el anterior, tuvimos por aquí los cabreros y don Quijote nos obsequió con un áureo discurso. Es que nuestro hidalgo  se embala cuando tiene el estómago lleno. ¿Os acordáis del tasajo y las bellotas? ¿Y de la música de rabel y de la ingrata Olalla? Ya, ya sé que estamos en el duodécimo.

"Estando en esto...". En esto estoy  cuando aparece en mi pantalla, tan acostumbrada a visitas quijotescas, un mozo de aspecto rústico. Tiene que ser Pedro, el del "bastimento", a juzgar por la cesta que trae al brazo.

Bastimento

Así es, señora mía. Pedro, cabrero y abastecedor de cabreros, para servirle. Saludo a voacé. Me envían los compañeros. Ellos me dicen que ya pasaron por aquí.


Pedro, el del bastimento.

Le cuento:

Aquel día, ese que cuenta el famoso libro, subo desde el aldea a la majada. Llevoles provisión de pan y noticias frescas. He de contarles lo de la muerte del pastor estudiante Grisóstomo, "muerto de amores, de aquella endiablada moza de Marcela, la hija de Guillermo el rico". Sabe voacé, la que va en hábito de pastora por esos andurriales.

"Esa endiablada moza de Marcela"

El desdichado de Grisóstomo muerto está. Y manda en su testamento que le entierren a lo moro, en el campo, al pie de la peña, la de la fuente del alcornoque; donde vio por vez primera a esa ingrata moza de Marcela. No, una moza de Marcela no; Marcela mesma.
 
Fuente de la peña.

Y manda otras cosas que los abades no han de cumplir, cosas de gentiles, sabe vuesa merced. Pero su amigo Ambrosio, pastor estudiante como el difunto, está dispuesto a cumplirlas. Sobre esto anda el pueblo alborotado:

-
Mira, ahí va Ambrosio. ¡Cómo moro quiere enterrarlo!

-¿Sabéis dónde piensan enterrar al difunto Grisóstomo?

-¡Cuándo se entere el abade!

-Me cuentan que al pastor estudiante lo ponen a escurrir...


Mira, ahí va Ambrosio. ¡Como moro quiere enterrarlo!

¿Sabéis dónde piensan enterrar al difunto Grisóstomo?

¡Cuándo se entere el abade!

Me cuentan que  al pastor estudiante lo ponen a escurrir.

Les digo que será cosa "muy de ver" y  "yo no dejaré de ir a verla". Ellos tampoco se quieren perder el entierro, junto al alcornoque. Echarán a suertes quién se queda junto a las cabras. No, no es preciso tal sorteo, hay un cabrero con el pie malo, él lo hará por todos.

Un extraño caballero, al que llaman don Quijote, pregunta por el muerto y la pastora. Ahora que vivo en el limbo de los personajes secundarios del famoso libro, sé  bien  quién es el "ingenioso hidalgo". Pero, en aquella ocasión, me hacía de cruces escuchando su discurso.


Le cuento lo que sé. El muerto es un hijodalgo rico que fue estudiante en Salamanca. Mu sabio, mu leído era el mochacho.  Anunciaba cuándo iba  a ser el "cris" del sol y la luna , si el año iba a ser abundante o "estil", lo que convenía sembrar...de to.


El señor don Quijote me corrige: que si eclipse, que si estéril, que si astrología es esa ciencia.

Y un día Ambrosio “remaneció vestido de pastor", despojándose de los hábitos  largos de escolar. Lo mismo hizo Grisóstomo, su compañero de estudios.

¡Ah! Se me olvidaba . El difunto era de  componer coplas, villancicos y autos que era un primor.



Cuando los del lugar vieron de pastores a los dos escolares no podían adivinar qué les había movido a tamaña bobería. Ya en este tiempo había muerto el padre de Grisóstomo y heredado su hijo muchos ganaos y tierras. Dueño soluto de to y  buena presona, pa mí que le aburría ocuparse de su hacienda y se puso a jugar a ser pastor como los de sus libros. Ya sabe: prados amenos, aguas como el cristal y to el día de palique con guapas pastorcicas.




Después se vino a entender que era para ir por esos despoblados en pos de esa Marcela, de la cual andaba enamorado. Don Quijote no me ha preguntado entodavía por la rapaza, pero yo le adelanto que no habrá oído nunca algo así, “aunque viva más años que sarna”. Y el viejo me replica, que diga "Sarra" y no sarna. Si sabré yo lo que dura la sarna. Un poco inritado, le cuento ahora quién es Marcela. A la manera de los cuentos, le digo que en nuestra aldea hubo un labrador más rico entodavía quel de Grisóstomo, al cual dio Dios una hija de cuyo parto murió su madre, la más honrada y bella mujer. De pesar muere el padre poco después y queda Marcela, huérfana y sola, en poder de un tío suyo sacerdote.

Sigo con que la niña creció tan bella, tan bella que enamoraba a los más , aunque su tío la guardaba con "mucho encerramiento". Y su fama se extendió muchas leguas a la redonda. Y rechazaba a todos los que su tío le proponía, que todavía no se sentía hábil para la carga matrimonial.


Pero hete aquí que la niña Marcela se viste un día de pastora  y se va con las zagalejas a cuidar su ganao. Y tos detrás, "ricos mancebos, hidalgos y labradores", tos de pastores, requebrándola por esos campos. Uno de ellos, nuestro difunto.
 
Y no se piense nadie que haya dado indicio de faltar a "su honestidad y recato", aunque viva sin recogimiento. Mira tanto por su honra que ninguno se puede alabar de "que le haya dado alguna esperanza de alcanzar su deseo". A todos trata "cortés y amigablemente", pero si les ve alguna intención, "los arroja de sí como con un trabuco".


Y con esto hace Marcela más daño que la peste porque atrae a los corazones y luego los hace desesperar. Por sierras y valles suenan los lamentos, por aquí cerca hay dos docenas de altas hayas, todas con su nombre grabado. Suspiran, quejan, cantan endechas, se quejan "al piadoso cielo".


Triunfa la hermosa y todos esperamos en qué ha de parar "su altivez". Quién ha de ser el que domeñe su terrible condición y goce de tantísima hermosura.

Todo lo que conté a don Quijote es verdad y creo que también lo de la causa de la  muerte de Grisóstomo. Aconsejo al viejo hidalgo que no falte al entierro, que no es más de media legua. Me contesta que en cuidado me lo tiene y que me agradece el gusto que le he dado "con la narración de tan sabroso cuento". 


No me gusta que se lo tome como un cuento y le replico. Mañana, en el camino, podremos encontrar quien nos cuente más "casos sucedidos a los amantes de Marcela". Yo no sé ni la mitad.

Le aconsejo que se vaya a dormir bajo techo, que el sereno puede dañarle la herida de la oreja, Aunque el romero masticado con sal es buena medicina, pienso.

Antes de retirarme, señora mía, le digo que aquí nadie desea vivir su verdadera vida. Los señoritos quieren ser pastores y los honrados hidalgos van de caballeros andantes. Y a los pastores de verdad , como nosotros, ciertamente nos gustaría vivir como los hijos de los labradores ricos, aunque haya que ponerse en hábito de  pastor y recitar endechas.

Me retiro. Quede voacé con Dios.


Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Sólo añadir que las imágenes de esta entrada pertenecen al Belén instalado en "Don Colchón", en la Avenida de la Paz, en Burgos. Y aprovecho para desearos Feliz Navidad con esta imagen del portal, del mencionado Belén.


Pedro Ojeda dice en "La acequia":

"Mª Ángeles Merino llega al comentario del capítulo 12 de la Primera parte del Quijote. Ya sabéis que su empeño es comentar los capítulos que se le quedaron en el tintero en nuestra lectura de la obra. En este caso con un magnífico secundario: el pastor Pedro y su visión de la historia de Marcela. No os perdáis las oportunas ilustraciones, tan de la época."

Entrada copiada de "La arañita campeña:

http://aranitacampena.blogspot.com.es/2011/12/aquella-endiablada-moza-de-marcela.html

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