miércoles, 22 de enero de 2014

¿El cautivo nos cautiva?





A ver si nos cautiva el cautivo animaba yo a Merche, en su blog. Ya comenté que, en mi caso, el cautivo tardó en cautivarme. Tres veces, tres me lo salté. Demasiada batallita, tal vez.

El narrador cede la palabra a un ex cautivo, que llega a la venta, en el capítulo anterior, todavía con su indumentaria morisca y acompañado de una mora cristiana o cristiana mora. Cae la tarde y le han rogado que cuente el ”peregrino y gustoso” “discurso de su vida”. Al lector puede extrañarle, es un “discurso verdadero”, puede echar en falta el “curioso y pensado artificio”. Cervantes insiste, lo que vamos a oír no es “mentiroso”, no es como otras historias de su libro.


Tal vez como un artificio para atraer a su auditorio, esta historia, la más real y vivida personalmente por el autor, toma al principio la apariencia de un cuento tradicional. Será uno de esos con un padre que tenía tres hijos, siempre la magia del tres…si son tres hijas habrá que casarlas. En este caso son “tres, todos varones y todos de edad de poder elegir estado”. Y elegir, lo que se dice elegir, no eligen mucho, decide su progenitor por ellos.” Letrado, comerciante y guerrero, "Iglesia, o mar, o casa real", es la voluntad de este padre, antiguo soldado y por ello manirroto. La experiencia al respecto de Cervantes le hace verlo así. Tan derrochón que se priva en vida de su hacienda, para evitar la tentación de gastar tanto, tanto que a sus retoños no les quede nada.


El hijo destinado a ser soldado pasa a Italia y permanece veintidós años fuera de su patria y sin saber nada de su padre y hermanos. Éste es nuestro cautivo y a través de él, Cervantes refleja sus propias experiencias, de las que tan orgulloso se siente: Italia, Flandes y lucha contra los turcos en el Mediterráneo. Siempre tras el señor don Juan, “hermano natural de nuestro buen rey don Felipe”.


Acompañamos al cautivo en Lepanto en el momento clave:” salté en la galera contraria, la cual, desviándose de la que la había embestido, estorbó que mis soldados me siguiesen, y así, me hallé solo entre mis enemigos, a quien no pude resistir, por ser tantos; en fin, me rindieron lleno de heridas”.


En lugar de celebraciones victoriosas, se ve” aquella noche que siguió a tan famoso día con cadenas a los pies y esposas a las manos”.El mismo drama, el del escritor y el de su personaje, aunque no coincidan las circunstancias del momento de su cautiverio.

El señor don Juan de Austria gana Túnez mientras nuestro cautivo sigue al remo y, qué atrevimiento, califica como “gracia del cielo” la pérdida del fuerte de la Goleta , que sólo servía ya para conservar la memoria de una victoria de Carlos Quinto. No duda en calificarlo de “oficina y capa de maldades,…gomia o esponja y polilla de la infinidad de dineros que allí sin provecho se gastaban.” Un héroe de Lepanto puede permitirse decir esto y lo dice.


El cautivo nos da pelos y señales de la pérdida del citado fuerte, demasiados…Cuando llega a un tal Pedro de Aguilar, poeta y autor de dos sonetos epitafios, a la Goleta y a su fuerte, don Fernando mira a uno de sus camaradas, el caballero sin nombre que interviene al final de este capítulo y que nos lleva a confusión…El camarada caballero pregunta por los hechos del tal Aguilar , el cautivo no sabe si recobró su libertad, el caballero le dice entonces que es su hermano y se encuentra” bueno y rico, casado y con tres hijos.” ¿No queda un poco raro este final de capítulo?

El caballero amenaza con recitarnos los sonetos, pero será en el próximo capítulo.

Un saludo a Pedro y a todos los paseantes.

María Ángeles Merino Moya

Pedro Ojeda dijo:

ABEJITA: recuerda que Cervantes hace una colección de fórmulas narrativas y le falta el relato de batallas y el bizantino, de ahí esta historia. El giro que da a estas modalidades, entra por lo autobiográfico.A mí, en cambio, esta historia es una de las que más me cautivaron en la primera lectura: me hizo soñar aventuras.
Saludos.

Copiado de "La arañita campeña".

En lugar de esta borla, esta otra, menudo doctorado.

En lugar de esta borla, ésta otra de hilas.¡Menudo doctorado y menudo birrete!

Comentario al capítulo 1,38 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Discurso sobre las armasy las letras", correspondiente al día 29 de enero de 2009.

¡Qué raro! El título dice: “Que trata del discurso que hizo don Quijote de las armas y las letras” y, en efecto, ¡sólo es un discurso! Al final, un pequeño enlace con el relato del cautivo y se acabó. Cervantes nos tiene acostumbrados a unos capítulos como cruces de caminos donde convergen varias historias, para dar gusto a todos, y nos extraña, eso… y su tamaño.

Comienza el discurso, enlazando con lo manifestado en el capítulo anterior, con una frase que dejaría boquiabiertos a nuestros estudiantes, dando vueltas actualmente a la salsa boloñesa que aderezará sus futuros estudios:” Pues comenzamos en el estudiante por la pobreza y sus partes”. Les ruego que la comparen con la que cuadraría a su futuro inmediato que sería: “Pues comenzamos en el estudiante por los créditos y los másteres diseñados por empresas “. Tras esta digresión, disculpadme, sigamos con Cervantes, estudiante pobre sólo durante dos años. Se preparó con el gramático López de Hoyos, para el ingreso en la Universidad de Alcalá, Pero no llegó a ser universitario ya que tuvo que huir a Italia, tras un confuso incidente.

Mucho más larga fue su vida de soldado, que aquí pone en boca de Don Quijote. A los de la venta y también a nosotros se nos olvida que estamos ante un loco. ¿Seguro que estamos ante un loco? ¿Está en uno de sus momentos de cordura? ¿Es Cervantes el ventrílocuo y don Quijote el muñeco? ¡Qué realismo e ironía finísima posee su discurso! Con sus palabras vivimos la vida del soldado de los Viejos Tercios, aquellos que sangraron la Monarquía. Y, sin embargo, la paga resulta escasa y azarosa, muchas veces tiene que robar, “garbear con sus manos”, para sobrevivir; mal vestido, con un “coleto acuchillado”; duerme en el suelo, donde no le estorban las sábanas; pasa frío y hambre, su aliento proviene de un lugar vacío y cuando llega su “graduación” le colocan su borla…pero de vendas o hilas, menudo doctorado y menudo birrete. Y si sale vivo, tendrá que seguir luchando en una y otra batalla, vencedor en todas ellas, un milagro. La antítesis de los letrados, cubiertos siempre por sus “faldas” y sus”mangas”, honorarios legales e ilegales. Preeminencia de las armas.

Dialogan las armas y las letras, las armas no pueden vivir sin leyes, que al fin y al cabo son letras. Las leyes no se pueden defender si no es con las armas, no pueden vivir en guerra. Preeminencia de las armas. Aunque es la pescadilla que se muerde la cola…

Después encontramos un compendio de las penalidades que soportó Cervantes, en uno y otro oficio: “alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago, y otras cosas a éstas adherentes”.Al soldado, lo mismo pero con riesgo de perder la vida. Preeminencia de las armas. ¡Menuda vida la de don Miguel!

El de la Triste Figura nos lleva a los mismos escenarios de la guerra. ¿Cómo sabe tanto un hidalgo de pueblo? Hacemos guardia, sabemos que el enemigo nos acecha y no podemos movernos. En cualquier momento vamos” a subir a las nubes sin alas y bajar al profundo”. Como esto es poco peligro, vamos a la mismísima batalla de Lepanto, se embisten las galeras, cañonazo va, cañonazo viene, bum, bum y no nos queda más espacio que dos pies de tabla del espolón; al primer descuido de los pies nos vamos con Neptuno y otro ocupa nuestro lugar.

Ahora calla el manco de Lepanto y toma la voz el viejo hidalgo caballero andante y retorna el lenguaje arcaico:” Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención…”En el alma le pesa haber tomado este ejercicio de caballero andante en edad tan detestable, en que la pólvora y el estaño le han de quitar la ocasión de ser conocido por su brazo y su espada. Qué va a decir un émulo de Amadís de Gaula. Pero se resigna, así su mérito será mayor, al acrecentarse el riesgo.

En el capítulo de los cabreros, don Quijote larga su discurso de la Edad de Oro, paralelo a éste, después de haber satisfecho su estómago con bellotas, queso y el vino del cuerno. Pero, en esta ocasión, los demás cenan y él se olvida de llevar bocado a la boca. Estamos ante un discurso en ayunas. Cenan, levantan manteles y don Fernando ruega al cautivo que relate su historia, el cual no se hará de rogar.

Y preparaos, que viene el cautivo…y no digo más.

Un abrazo a Pedro y todos los paseantes.

María Ángeles Merino Moya

Pedro Ojeda Escudero. dijo en "La acequia":

ABEJITA: en efecto, el capítulo trata exactamente de lo que promete. Sorprendente y ya nos pone a dudar si fue casualidad o cosa hecha a propósito. Me gusta tu comentario, que acierta en relacionar el discurso con la vida del autor.Un fuerte abrazo.

Pedro Ojeda Escudero. dijo en este blog:

Has visto muy bien el discurso y cómo en él los motivos autobiográficos de Cervantes lo llenan. Dos opciones que tuvo don Miguel y que no le dieron demasiadas satisfacciones públicas. Saludos, me alegro de veros dialogar aquí a tantos buenos.


Gracias, Pedro.

Copiado del blog "La arañita campeña", entrada titulada "En lugar de esta borla, ésta otra, menudo doctorado", 31 enero 2009.