domingo, 14 de diciembre de 2014

"...que el mismo Licurgo, no pudiera dar mejor sentencia que la que el gran Panza ha dado"(2)




Así que, aquel día, Sancho come sin reglas tirteafueras ni recios aforismos. Y, al levantar los manteles, entra un correo con una carta de don Quijote, dirigida a su persona. Manda al secretario que la lea para sí, y si no hay algo secreto, que lo haga después en voz alta. 

Vaya, otra vez se abren, en mi ordenador, extrañas ventanas emergentes. Espero que no sea el mayordomo, aunque me extraña que no haya aparecido por aquí, en este capítulo. No, no es él. Es…otro personaje. Veamos qué dice. Está hablando consigo mismo en otra lengua. “Agur Maria, graziaz betea, 
Jauna da zugaz, bedeinkatua…” 

¿Euskera? Sí, debe ser el secretario del gobernador Sancho Panza en la ínsula Barataria, que participa en este capítulo. 

Arratsaldeon. Saludo a vuestra merced. Le comunico que acabo de despistar al señor mayordomo, el cual se dirigía hacia este canalículo. El miedo que he pasado atravesando estos angostos pasillos, estrechos incluso para un fantasma, me ha llevado a rezar en mi lengua materna. 

Como bien dice vuestra merced, soy secretario del gobernador, por gracia del señor duque, el cual me eligió por saber leer, escribir y ser vizcaíno. Los secretarios vascos somos muy bien valorados por nuestra lealtad, fidelidad, cortedad de palabras y buena letra.

El escritor no puso mi nombre, pero les ruego, por Jaungaicoa, no vayan a confundirme con aquel Sancho de Azpeitia, el derrotado por don Quijote, aquel que preguntaba: “¿yo no caballero?”. Como pueden comprobar, no todos los de mi hermosa tierra desbaratamos las oraciones. Los hay cultos e incultos, como en todas partes. 



Vayamos a mi trabajo. Leo, para todos los presentes, la carta de don Quijote de la Mancha al gobernador de la ínsula Barataria. En letras de oro debiera estar escrita tan discreta carta. 

Veamos, pues, lo que dice. Descuidos e impertinencias, eso esperaba Don Quijote que le contaran del “amigo Sancho”. Le dan cuenta de sus discreciones y agradece, por ello, al cielo; el cual de los tontos sabe hacer discretos. Esto no es muy cortés, pero ahí queda escrito…

Parece ser, pues, que gobierna humana y humildemente. Por eso, le advierte que no siempre resulta conveniente la humildad, aunque su persona lo sea. Corre el riesgo de menoscabar la autoridad que requiere el gobierno Y le aconseja que vaya bien vestido, con el hábito adecuado, sin adornos llamativos y exagerados, limpio y bien compuesto.



Para ganarse la voluntad del pueblo, ha de “ser bien criado con todos” y evitar el hambre de los pobres. Esto último, piensa este vizcaíno, ha de ser su principal empeño; tan imposible es gobernar a un hambriento.

Las pragmáticas han de ser de las que se cumplen, pocas y buenas. Que las leyes que atemorizan y no se ejecutan son como la viga del cuento aquel de “Las ranas pidiendo rey”. Que primero las espantó y con el tiempo se subieron encima. Cuidado no se le suban a la chepa…



Le dice, muy sabiamente, que sea “padre de las virtudes y padrastro de los vicios”. Ni duro ni blando ha de ser siempre, buscará el término medio, tan difícil, creo yo, pues. 

A cárceles, carnicerías y plazas ha de ir a menudo. Si despacha con brevedad, brevemente, los presos estarán agradecidos, los carniceros igualarán los pesos y las placeras huirán. Ya estoy viendo a los presos besarle los pies, a los carniceros escondiendo los pesos trucados y a las mozas del partido con el hatillo al hombro.

No ha de mostrarse codicioso, mujeriego o glotón. De mujeriego, creo que no peca este gobernador, tiene razón don Quijote. Otra cosa es lo de codicioso y glotón. Lo que le dice es que, si el pueblo descubre su punto débil, por ahí le atacarán.

Antes de partir para Barataria, don Quijote le dio por escrito unos buenos consejos. Ha de repasarlos, le servirán de ayuda. Le han servido, lo de la horca y el puente, lo resolvió con una de aquellas lecciones.

Don Quijote quiere que escriba y se muestre agradecido con los señores duques, que la ingratitud es gran pecado y la persona agradecida también lo será de Dios. No ha de olvidarse, pues, de agradecer a la duquesa el vestido y los corales que envió a su Teresa.

El caballero le cuenta que convalece de “un cierto gateamiento”, donde las más sufridas fueron sus narices. Pero, tranquilo, que si hay encantadores malos, también los hay buenos. 

Le pide que le avise si se confirma lo del mayordomo que hizo de Trifaldi. Uy, no, no quise decir eso. Menos mal que debe andar perdido por ahí y no aparece…de momento. 
De todo lo que le suceda, le irá dando aviso, que el camino es corto y esta vida ociosa no es para su persona. 

Le han ofrecido un negocio, fuera de esta corte, y ha de cumplir con su obligación antes que con su gusto y el de estos señores. Y le escribe aquello de “amicus Plato, sed magis amica veritas”. Ahora que es gobernador, lo habrá aprendido. Risueño, el andante, pues. 

(Sigue)

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", entrada con el mismo título:
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/05/que-el-mismo-licurgo-no-pudiera-dar_29.html

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