jueves, 10 de julio de 2014

"Si el palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas"





El palomar de las fotos es el del monasterio benedictino de San Salvador, en Palacios de Benaver (Burgos).

Continuación al comentario 2.7 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada "El sueldo de Sancho y una elipsis", correspondiente al día 23 de julio de 2009.

Pero volvamos al encierro que tanto soliviantó al ama, a la misteriosa reunión del caballero con escudero. Sancho comienza asegurando que su mujer está “relucida”; aunque, a juzgar por lo que expresa después, el reducido, subyugado, sometido o dominado es él. A partir de aquí entran en una discusión “filológica”. Don Quijote le enmienda un vocablo incorrecto y Sancho, irritado, no ve la necesidad de corregir lo que, de cualquier manera, se entiende. Así que pide, en un tono que hubiera sido impensable en la primera parte, que sólo se le enmiende lo que escape a la comprensión. Don Quijote asiste divertido a las aclaraciones “filológicas escuderiles” y cuando cambia una palabra por otra, dócil por fócil, simula no entender, para ver hasta dónde llegan las “patochadas” sanchescas.

Pero volvamos a la “relucida” Teresa. Nuestro hidalgo quiere conocer su opinión, sabe lo que hay…Y, además de no dejarse avasallar en unos tiempos de esposas sumisas, estamos ante una madre con dos hijos que no quiere volver a antiguas incertidumbres. El rosario de dichos y refranes que su marido le atribuye va en esa dirección:” que ate bien mi dedo con vuestra merced, que hablen cartas y callen barbas, porque quien destaja no baraja, pues más vale un toma que dos te daré.” Y Sancho sentencia “que el consejo de la mujer es poco, y el que no le toma es loco”. Y el enamorado de Dulcinea está de acuerdo, todo un experto en el trato con mujeres.

Don Quijote sabe por dónde van a ir los tiros y le induce a que pase adelante. Tras una tópica reflexión sobre la muerte, tal vez esté pensando en lo peligroso de la a ventura, aterriza de golpe en su reivindicación de contar con un salario conocido, Mas, para su amo, las novelas de caballería son el espejo y la norma por la que ha de regirse y en ninguna consta un escudero asalariado. Si hay suerte, ínsula o cosa equivalente al canto .Si no es así, resignación cristiana.

A continuación, Sancho va a oír de su amo lo que más le puede doler, lo que nunca hubiera imaginado, en su seguridad de ser imprescindible. El cielo se nubla, se le caen “las alas del corazón”. Que se vaya a su casa, le pregunte a su mujer y si los dos están conformes, adelante. En caso contrario, no le faltarán escuderos “más obedientes, más solícitos, y no tan empachados ni habladores”, que "si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas".

¡Ay, don Quijote ha puesto el dedo en la llaga! ¿Acaso está insinuando que no es el que manda en su casa? ¿Cómo va a encontrar alguien más obediente que el tantas veces apaleado, e incluso manteado, por su causa?

Suspenso y pensativo estaba el buen Panza, cuando entra Sansón el socarrón con su abrazo y su saludo a la “flor de la andante caballería”. El ama y la sobrina esperan palabras persuasorias que le hagan desistir de sus aventuras y se quedan con la boca abierta. ¡Todo lo contrario! El bachiller “plega” a Dios para que nadie estorbe su tercera salida, maldiciendo a quien la impida. En su arenga caballeresca, en el más puro estilo, sin olvidarse de los “tuertos”, llega a ofrecerse como escudero. Qué más quiere don Quijote, no te dije yo…pero no, Dios no lo quiera así. ¿Qué harían las ciencias, las letras y las artes sin el gran Carrasco? Mejor que se quede con sus canosos padres…

Sancho llora y asegura que nunca se dirá de los Panzas que fueron desagradecidos. Nos confiesa que ha sido su mujer la que le ha presionado como un mazo que aprieta los aros de una cuba, pero el hombre ha de ser hombre…faltaría más. Ya no hay más que hacer, ordene su amo el testamento, sin revolcones, y él se ofrece a servirle mejor que los de pasados tiempos.

Don Quijote y Sancho “quedaron amigos”, fijaos en esto. ¡Qué lejos quedan aquellos capítulos en que Sancho terminaba castigado físicamente por su señor!" Dos locos como nunca se han visto en el mundo".

El ama y la sobrina hacen el duelo al estilo de las plañideras, mesándose, arañándose, lamentando la partida, maldiciendo al bachiller. No sabemos todavía qué manejos se trae éste con el cura y el barbero, paciencia que más adelante lo cuenta la historia.

En los tres días siguientes, los dos amigos se aprovisionan, suponemos que de ropa y comida. Sancho aplaca a su mujer, difícil, es mucha Teresa, a pesar de la epístola de San Pablo. Don Quijote aplacó a su ama y sobrina, más fácil…

Salen al anochecer, nadie los ve sino el bachiller que les acompaña media legua, en dirección al Toboso. Cervantes quiere dejar bien claro las monturas: el caballero “en su buen Rocinante” y el escudero “sobre su antiguo rucio”. El antiguo, no otro…Tampoco se olvida de “la bolsa de dineros”.

Sansón abraza al de la Triste Figura, que promete avisar de su buena o mala suerte, y se da la vuelta. Van hacia la “gran ciudad del Toboso”. ¿Ciudad?


Un abrazo de:

María Ángeles Merino



Copiado de "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.

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