viernes, 18 de abril de 2014

Aquellos caballeros andantes viajaban sobre las nubes, en un carro de fuego o en hipogrifo; pero no en carro de bueyes.

En carro de bueyes ¡no!

Montados en una nube , como los ángeles ¡sí!

En carro de fuego, como Elías ¡sí!


En hipogrifo, el AVE mitológico, como Rolando el furioso.¡Sí!


Comentario al capítulo 1.47 del Quijote, primera parte, "Del estraño modo con que fue encantado don Quijote de la Mancha, con otros famosos sucesos". Publicado en "La acequia", en la entrada titulada "De vuelta a casa, con lección de teoría literaria", correspondiente al día 2 de abril de 2009.
Pero ¿no estaba ya encantado? Estos títulos son un desastre...

Don Quijote ha leído muchos libros de caballeros encantados, pero no tiene noticia de ninguno que viaje enjaulado y transportado por bueyes. Los de este gremio, según DQ, suelen viajar por los aires en nubes, carros de fuego o en un extraño animalejo llamado hipogrifo, mezcla de águila y de caballo, el “AVE” mitológico.

Serán encantamientos modernos, me estaré quedando anticuado, razona nuestro hidalgo que pregunta su opinión a Sancho. A éste, las “visiones andantes” no le parecen católicas, es decir fiables. Cómo lo van a ser, le razona su señor, tomando la palabra en su significado recto, si son unos demonios que me han metido en un carro de bueyes. Como prueba de esto último, te propongo que los toques y verás que son de aire, sin cuerpo alguno. ¿Sin cuerpo? Toqué a uno de ellos y bien rollizo que estaba, no olía al azufre de un infierno ambulante, sino al carísimo ámbar que usan los señores. El de la Triste Figura quiere convencerle de que se engaña o es engañado, son muy listos estos encantadores…

Cardenio y Fernando oyen esta conversación y deciden salir cuanto antes, viendo a Sancho a punto de descubrir el pastel.

Menuda procesión. La jaula irá escoltada por los cuadrilleros, a quienes el cura pagará un tanto. No sabía yo que la Santa Hermandad fuera de pago. Rocinante, transportando la bacía y la adarga o… rodela, no hay que ser tiquismiquis, será llevado de las riendas por Sancho, en su asno.

Pero, como parte de la “invención”, la ventera, su hija y Maritornes salen a despedirse, en su papel de lloronas. DQ, muy en su papel, ruega a las “damas” que, por Dios, no lloren; que las desdichas han de acompañar al caballero andante de mucho nombre y fama , blanco de las envidias, hasta que llegue el triunfo de la poderosa virtud...Les pide perdón y oraciones, perdón por algún desaguisado involuntario y oraciones para que pueda salir de esta prisión. Un auténtico caballero andante no olvidará recompensarlas por ambos conceptos., tranquilas.

En el “castillo”, dice “castillo”, ha llegado el momento de las despedidas, se dan las direcciones, no quieren perderse cómo acaba esto. El cura, el barbero, don Fernando, sus camaradas, el capitán, su hermano, Dorotea y Luscinda. El cura, desde la aldea, informará de las novedades quijotescas. Fernando pondrá al día de los asuntos proyectados en la venta: su boda, bautismo de la “morita” Zoraida, don Luís lejos de su padre y Luscinda que vuelve a casa.

El ventero se siente generoso, entrega al cura unos papeles y aquí don Miguel aprovecha para introducir una cuña publicitaria. Se trata del manuscrito de su novela “Rinconete y Cortadillo”, aparecida en la misma maleta que “El curioso impertinente”, abandonada en la venta. Estas maletas abandonadas dan mucho de sí, recordemos aquella que dejó un Cardenio enloquecido, El cura colige que si la del curioso era buena, ésta también lo será, pues podrían ser las dos del mismo autor. La leerá, sí.

Se ponen en marcha: el carro, los cuadrilleros, Sancho Panza, Rocinante, el cura y el barbero. Todos van siguiendo el paso tardo de los bueyes. Don Quijote es una estatua de piedra, tal es su paciencia y silencio. Llegan a un prado ameno, el del tópico, el boyero cree conveniente que descansen y pasten sus animales; pero el barbero indica que caminen un poquito más, hasta llegar a otro lugar todavía mejor.

Siguen la marcha y se acercan hombres a caballo, en mula para ser más preciso, que pronto los adelantan. Se saludan se presentan y uno de ellos resulta ser un canónigo de Toledo que observando aquella procesión, piensa que la Santa Hermandad lleva preso a algún delincuente.

DQ pregunta a los de las mulas si son acaso expertos en “esto de la caballería andante”; en caso contrario , no merece la pena hablar con ellos. El canónigo resulta ser un entusiasta lector de libros de caballería, confesando saber más de ellos que de las Súmulas de Villalpando; por lo visto el best seller filosófico de aquellos años, obra de un aristotélico, antiescolástico y esdrújulo, llamado Gaspar Cardillo de Villalpando. El eclesiástico, vaya otra esdrújula, anima a DQ a comunicarse y éste no se hace de rogar.

Es una víctima de los malos encantadores, caballero andante es, a pesar de magos persas, bracmanes indios y ginosofistas etiopes ; su nombre ha de figurar en el templo de la inmortalidad… Qué disparates… ¿quién es éste loco? El cura, el del pueblo, le sigue el rollo y el canónigo casi se hace de cruces al ver al preso y al libre hablando con el mismo estilo, como recién salidos de una novela de caballerías.

Sancho se acerca y acaba de arreglarlo. Su amo come, bebe, hace sus necesidades y habla más que treinta procuradores ¿cómo va a estar encantado? El ataque de sinceridad que padece Sancho, al llegar a estas alturas del capítulo, es evidente. ¿Se cree que no lo conozco , señor cura? Su señor ya estaría casado con la infanta Micomicona y él sería conde ,por lo menos. Por sus hijos lo siente que podrían ver a su padre hecho gobernador o virrey…Pero Sancho tiene su corazoncito, es bueno este hombre, y exhorta al cura para que haga conciencia del mal trato que están dando a su señor, que Dios se lo tendrá en cuenta ¡Bien por el escudero! Aunque se le ve un poco el plumero, un pelín interesado, cuando cita “todos aquellos socorros y bienes que mi señor don Quijote deja de hacer en este tiempo que está preso”.

Interviene el barbero, sorprendido al verlo quijotizado, lo ve ya en la jaula con su señor. Dice eso de “en mala hora os empreñastes”. ¿Empreñaste? Eso suena a preñarse. Sancho hace constar que no está preñado de nadie, le suena muy mal ese verbo. Sigue, enfadado, soltando disparates, llega a decir “debajo de ser hombre puedo venir a ser papa”.Si él desea ínsulas, otros desean cosas peores…Y ahora viene el discurso del canónigo, toda una crítica a las novelas de caballerías que merece un comentario aparte. Si es posible…

Un abrazo...para Pedro y los paseantes.

María Ángeles Merino

Copiado del blog "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.

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