viernes, 12 de junio de 2015

"...cada uno es artífice de su ventura . Yo lo he sido de la mía, pero no con la prudencia necesaria..."








Don Quijote echa una última mirada hacia Barcelona, su Troya. Glorias perdidas, hazañas oscurecidas, revueltas de la fortuna y, al final, esta caída de la que no se levantará.

Sancho, muy horaciano, le aconseja serenidad, en los buenos y en los malos momentos. Se pone a sí mismo como ejemplo: si cuando fue gobernador estaba alegre, ahora, como escudero, no está triste porque todo está en manos de la Fortuna, la cual es mujer, antojadiza, ciega y borracha. ¡Qué reflexiones sobre sí mismo hace este Sancho de la segunda parte!


Fortuna"...porque he oído decir que esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo ciega , y, así, no vee lo que hace, ni sabe a quién derriba ni a quién ensalza."




A don Quijote le extrañan tantas filosofías en boca de Sancho, quién se las habrá enseñado. Y le replica: nada de fortunas, que cada uno es fabricante de su ventura, como él mismo lo ha sido de la suya. Prudencia es la palabra clave. Debía haber tenido en cuenta que el flaco Rocinante no podría resistir al macizo caballote del de la Blanca Luna. Este no es mi Quijote que me lo han cambiado, ahora ni encantos ni encantadores…

Perdió la honra, mas no perderá la virtud y cumplirá con su palabra. Sancho ha de caminar. Pasarán un año de penitencia en la aldea y volverán renovados a las armas.

Sancho le responde que ir a pie no es gustoso y no permite grandes jornadas. Sugiere descolgar a un ahorcado de su árbol y colgar, en su lugar, las armas. Yendo en el rucio, hará grandes jornadas, imposibles a pie.


"Dejemos estas armas colgadas de algún árbol, en lugar de un ahorcado..." En estos árboles no hay ningún ahorcado, de momento.

Don Quijote le aplaude, con ironía, la idea y va más allá. Colgarán sus armas y grabarán en los árboles la misma advertencia que en las de Roldán, que nadie las mueva si no quiere vérselas con el dueño.

Sancho le sigue la corriente: le parece de perlas e, incluso, apunta la posibilidad de colgar al pobre Rocinante, si no fuera porque el camino sin él…

Replica, muy enfadado, don Quijote que nada de ahorcar armas ni rocines. Que no se hable del mal pago que se da a tan pacientes servidores.

A Sancho le parece muy bien que cada uno cargue con su culpa, que su amo se castigue a sí mismo, si es el culpable. ¿Qué culpa tendrán las armas, el pobre Rocinante tan manso y los maltratados pies del escudero?

Platicando se les pasa aquel día y cuatro más, aburridísimos. Al quinto llegan a la puerta de un mesón, donde hay mucha gente solazándose, que son fiestas…

(Sigue)


Un abrazo de María Ángeles Merino

Copiado de "La arañita campeña", de la entrada con el mismo título.
http://aranitacampena.blogspot.com.es/2010/09/cada-uno-es-artifice-de-su-ventura-yo.html

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