jueves, 1 de enero de 2015

"...anda todo en redondo..."






Tapia del monasterio benedictino de San Salvador, en Palacios de Benaver, en diferentes estaciones.

«Pensar que en esta vida las cosas della han de durar siempre en un estado es pensar en lo escusado, antes parece que ella anda todo en redondo, digo, a la redonda: la primavera sigue al verano , el verano al estío, el estío al otoño, y el otoño al invierno, y el invierno a la primavera , y así torna a andarse el tiempo con esta rueda continua; sola la vida humana corre a su fin ligera más que el viento , sin esperar renovarse si no es en la otra, que no tiene términos que la limiten.» .

Cervantes sabe que no va a vivir mucho. Existe un reconocimiento generalizado de los amplios conocimientos médicos que poseía para su época...

Primera parte del comentario al capítulo 2.53 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Un gobernador galápago y un fracaso exitoso"correspondiente al día 10 de junio de 2010.

Del fatigado fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza

Comienza el capítulo con una reflexión entrecomillada de Cide Hamete, que ha de desembocar en el fin del gobierno de Sancho Panza, deshecho “como en sombra y humo”. 

Imaginamos al escritor, mojando perezosamente la pluma, acosado por las molestias de su enfermedad, apartándose momentáneamente de la ínsula Barataria para pensar en esa muerte, que intuye tan cercana. Intuye… y sabe, que algo aprendió de ver trabajar a su padre y de aquellos buenos libros heredados. 

Que nadie se engañe: las cosas de esta vida no han de durar siempre. El tiempo con su rueda continua anda en redondo: la primavera persigue al verano, el verano al estío, el estío al otoño, el otoño al invierno y vuelta a empezar. Pero “la vida humana corre a su fin ligera más que el tiempo, sin esperar renovarse si no es en la otra”, algo que incluso el “mahomético”  Cide Hamete entiende, guiado sólo por sus luces naturales. Cervantes se muestra como muy creyente en la última etapa de su vida, al menos, en cuanto a religiosidad externa. ¿O escribe esto, precisamente, porque le asaltan las dudas?

Sancho le ha cogido gusto al oficio, a pesar del escaso condumio. Está ahíto de pragmáticas, agotado, siente los párpados como de plomo; mas lo espabila un gran estruendo de voces y campanadas. Pone atención para poder adivinar la causa del alboroto, al que se añaden trompetas y tambores. Confuso y asustado, en camisa,se levanta, se calza unas chinelas y sale a la puerta de su aposento. Ve venir a más de veinte personas, con hachas encendidas y espadas desenvainadas. Van dando gritos. El señor gobernador ha de armarse, infinitos enemigos han entrado en la ínsula, le necesitan. 

Les responde que él no sabe nada de armas ni socorros, eso déjenlo para su amo don Quijote, que en dos paletas las despachará. Pero los de las voces no le hacen ni caso y le traen armas. Ha de salir para ser guía y capitán, como gobernador que es. 



Se deja armar mansamente y lo convierten en lo más parecido a un galápago. Sin más ropa que la camisa, con un escudo delante y otro detrás. Le sacan los brazos fuera del caparazón y le lían bien con cordeles. Emparedado, entablado, sin poder doblar ninguna parte de su cuerpo. Le ponen en las manos una lanza, gracias a la cual se tiene de pie. 

Y, estos desalmados, le dicen que camine , que sea su guía, su norte, su linterna y su lucero. ¿Cómo ha de hacerlo si no puede doblar las rodillas? Cosido a los paveses, como no lo lleven en brazos y lo coloquen atravesado o en pie… 

Qué mala sombra ése que le dice que si no puede andar es por el miedo, que se mueva…El pobre gobernador persuadido prueba a moverse y cae al suelo, dándose un golpe tan tremendo que cree haberse hecho pedazos. 

Queda como un galápago encerrado en sus conchas, como un tocino entre artesas, como una barca volcada en la arena. Y el coro burlón no tiene compasión alguna sino que se ceban en su desgracia. Apagan las antorchas, gritan todavía más, pasan por encima de él y acuchillan los escudos. El pobre Sancho, trocado en tortuga, se encoge y se esconde entre los paveses, para no ser herido. Suda y se encomienda a Dios. 

Los energúmenos tropiezan y caen. El más atrevido se sube encima del montículo que forma el el gobernador empavesado y lo usa de atalaya, desde donde dirigir aquel enloquecido ejército. Vocea como si estuvieran defendiéndose de un asalto a la ciudad, se sabe lo que se dice en esas circunstancias. Que el enemigo carga más por esta parte, guardad el portillo, cerrad la puerta, trancad las escalas, alcancías, pez, resina ardiendo, colchones...Conoce bien la lección que ha de recitar; pero, por su padre, que se baje de una vez, que el escudo se le está clavando en las carnes. 

Sancho sólo anhela acabar, le da igual perder la ínsula. Pide al cielo y el cielo oye su petición.

Oye voces declarando la victoria sobre los enemigos. Le animan a levantarse y a celebrarla. Todo gracias al valor de su invencible brazo. Y a repartir despojos, a troche y moche.

Han de levantarle. Ay, cómo le duele todo el cuerpo. Lo que no esperan los defensores de Barataria es la reacción de Sancho.No saben dónde mirar cuando declara que, al enemigo que él haya podido vencer, se lo claven en la frente.

Y de repartir despojos de enemigos, nada de nada. Sólo pide que algún amigo, si alguno hay, le dé un trago de vino y le enjugue el sudor. 

Lo limpian, le dan vino, lo desatan y…se desmaya. A los de la burla ya les pesa, se les ha ido la mano un poquitín. Menos mal que vuelve en sí y respiran aliviados. Mira que si se les muere...

Amanece y comienza a vestirse con mucha prisa. Todos guardan silencio, esperando acontecimientos.

“Poco a poco” va Sancho a la caballeriza porque está molido y no puede ir “mucho a mucho”. 

Abraza y besa a su rucio, se le caen los lagrimones. Se dirige a él como “compañero mío y amigo mío”. Feliz era Sancho cuando sólo cuidaba de sus aparejos y de su corpezuelo. Desde que subió a “las torres de la ambición”, sólo ha habido miserias, trabajos y desasosiegos. Así lo siente y así lo dice. 

(Sigue)

Un abrazo de María Ángeles Merino

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