domingo, 2 de febrero de 2014

"El oidor ninguna vez había sido tan oidor"



Comentario al capítulo 1, 42 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "El cautivo en familia", correspondiente al día 26 de febrero de 2009.

Cervantes comienza el capítulo llamando nuestra atención acerca de la historia que acabamos de oír, mirad qué bien me ha quedado parece decirnos, tanto en el fondo como en la forma. Lo pone en boca de Fernando, el personaje de más alta alcurnia, que afirma: “el modo con que habéis contado este estraño suceso…iguala a la novedad y estrañeza del mesmo caso”.

Estaban con corteses ofrecimientos al cautivo cuando llegan unos hombres a caballo, pidiendo posada. No hay sitio; pero para un “oidor” tiene que haberlo. La güéspeda, la que hospeda, se turba al oír el cargo del huésped, el que se quiere hospedar. Faltaría más, se saldrán de su aposento los venteros. El oidor trae cama, así se hará. Imaginad lo que sería ahora viajar con la cama, de aeropuerto en aeropuerto, además de la perdible maleta. No termina de salir mi cama por la cinta transportadora…

El oidor viaja vestido de oidor, con su incómoda ropa larga de mangas arrocadas. Imaginaos a un juez de viaje, con su toga y sus “puñetas”.El magistrado trae de la mano a su joven y bella hija que, ésta sí, “va vestida de camino”. Dorotea, Luscinda, Zoraida y Clara…cuatro bellezas en la venta, aunque Cervantes no nos ha descrito minuciosamente su físico, lo deja para nuestra imaginación.

Don Quijote los recibe con una prolongación de discurso de las armas y las letras, más unas galantes palabras para la recién llegada que sólo un caballero andante es capaz de decir: “esta fermosa doncella, a quien deben no sólo abrirse y manifestarse los castillos, sino apartarse los riscos, y devidirse y abajarse las montañas, para dalle acogida”. El señor magistrado diagnostica rápidamente la clase social de los presentes. Son “gente principal” y eso le agrada; sólo” el talle, visaje y la apostura de don Quijote le desatinaba”. ¡Vaya tipo raro! Y… ¿qué está diciendo?

El cautivo ve al oidor y reconoce en él ¡al hermano que siguió el camino de las letras! La información que le da un criado se lo confirma. Y, además, se entera de que su hermano va de oidor a las Indias y ¡qué suerte tuvo! Porque su mujer murió de parto de aquella hija y “había quedado muy rico con el dote que con la hija se le quedó en casa”. ¡Qué sensibilidad más exquisita la de este servidor!

Como el hermano soldado y pobre teme que su hermano magistrado y rico se avergüence, dejará que el cura le abra camino. En la conversación de la cena, en esa segunda cena cuyo plato principal es el gazapo, nombra a un capitán con el mismo nombre, qué casualidad…El buen sacerdote cuenta la historia del Pérez de Viedma leonés y añade de su cosecha un comentario que tiene su miga: “a no contármelo un hombre tan verdadero como él, lo tuviera por conseja de aquellas que las viejas cuentan el invierno al fuego”. Si ya decía yo que eso del padre con tres hijos sonaba a cuento…

Al oír el nombre se produce la anagnórisis esa y el oidor “ninguna vez había sido tan oidor como entonces”, incluso le crece de tamaño la oreja de tan abierta. Saquemos el pañuelo porque empiezan los cuatro ¡oh!, dedicados al cura narrador, al cautivo, al padre y a Zoraida. El primero de ellos:” ¡Oh, señor, si supiésedes las nuevas que me habéis contado, y cómo me tocan tan en parte que me es forzoso dar muestras dello con estas lágrimas que, contra toda mi discreción y recato, me salen por los ojos!”. Recibimos noticias del padre y del hermano que nos falta, el de las Indias: está en el Pirú, riquísimo, tanto que ha podido dar dinero al anciano para que dé rienda suelta a su ser natural derrochador. El último para la morita: "¡Oh Zoraida hermosa y liberal, quién pudiera pagar el bien que a un hermano hiciste!; ¡quién pudiera hallarse al renacer de tu alma, y a las bodas, que tanto gusto a todos nos dieran!"

Que cesen las lágrimas, que todos se abracen. Don Quijote no dice nada y todo lo atribuye a quimeras de la andante caballería.

En Sevilla se reunirán con su padre y bautizarán a Zoraida, antes de que el oidor parta para las Indias. Todos contentos, es ya muy tarde y habrá que recogerse. Don Quijote hará la guardia por si aparece un mal andante follón o gigante, que con tanta hermosura junta ya se sabe…

Como anticipo del siguiente capítulo, nos enteramos que a Sancho le costará caro el haberse acomodado sobre los aparejos de su jumento. Y una bella y entonada voz masculina se oye. 

¿Quién canta? Dejémoslo para la semana que viene.

Un saludo para Pedro y todos los paseantes.

María Ángeles Merino Moya

Copiado del blog "La arañita campeña", de la entrada "El oidor ninguna vez había sido tan oidor"


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